Por: Juan Isaías Terrero.
Martes 5 de marzo de 2024

¿Cuál es el precio que debemos pagar en aras de mantener equilibrio emocional? 
¿Cómo se logra la seguridad interna apabullando ansiedades, adornando las viscisitudes con vista a no desorientar el rumbo hacia una vida sosegada y serena?


Habida cuentas, todos alguna vez, hemos tenido situaciones contusas, siendo víctimas de decisiones vacilantes, pérdidas desconcertantes, desconsolaciones desbordantes y de un número indeterminado de reveces que propician ansiedades abrumadoras, activando la desesperación, hasta abrazar por cerrazón la frustración y de facto, auto descarrilar nuestros pensamientos y sentimientos desembocando en acciones desprovistas de control.


Con todo, fruto del aciago inmanente,  vivencias monocordes que enfrenta nuestro interior al mantener una posición psicorrigida, resiliente y exabrupta a cuestiones simples o complejas, deseando  imprimir control sobre ellas. A falta de éste, el desazón convierte al más ecuánime en iracundo, al más alegre en amargado y al más seguro y portentoso en  ansioso, desahuciado y desgraciado.


La panacea a estos antagonismos reaccionarios se encuentra en la exuberante herramienta de la Dicotomía del Control, expuesta por el griego, Epicteto, precursor de la Antigua Filosofía Estoica, conceptos que moldean el camino hacía la  plenitud y serenidad de la vida para conseguir la "ataraxia."


A grande rasgos, la Dicotomía del Control es la consciencia de saber lo que depende de ti y lo que no. Deslindar tu zona de influencia dentro del Lucus del Control, identificando deliberadamente, los acontecimientos que escapan a tu control. 


Epicteto delimitó las zonas que tenemos influencias y en las que no tenemos control, plasmando en el Enquiridion, lo siguiente. "En nuestro control están nuestras opiniones, motivaciones, deseos y aversiones. Bajo nuestro control no está  nuestro cuerpo, nuestras propiedades, ni la opinión de los demás, nuestra reputación, ni nuestro oficio. Si te concentras en lo que está bajo tu control, nadie podrá ser capaz de perturbarte ni de molestarte nunca, no acusaras a nadie y no harás nada en tu contra..." Termina la cita.


En los rangos temporales, también encontramos ejemplos, verbigracia, el "pasado" no está en nuestra zona de control, mantenerse en esa línea temporal crea sentimientos de frustración, fomenta el odio, la discordia e incontables males,  al no poder cambiar lo que ya sucedió, no puedes hacer nada. Acepta, aprende de lo ocurrido y déjalo ir.


Por otro lado, pensar desmedidamente en el futuro, adelantando acontecimientos, ya sean por miedo o deseo a algo que quieres que suceda o que temas que suceda. Esta zona del tiempo no controlada por nosotros, nos sumergen  en estado de incertidumbre, vulnerabilidad, ansiedad y desesperación. Por el simple hecho de mantener en la mente cuestiones que escapan a nuestra influencia. 


Haciéndose ideas de cosas negativas, presuponiendo acontecimientos que casi nunca  acaban sucediendo y de materializarse, por lo general, su repercusión es en mucho menor proporción de lo esperado.


Infringiendo apriori, sufrimientos innecesarios y perdida de tiempo, pudiendose éste, invertir  en asuntos que sí estan en nuestro control, como es la mejoria y la perfección constante  de nuestras vidas, así cómo no dejarse desorientar de opiniones ajenas, enfocarte en tus proyectos, etc.


Como solución de lo expuesto, se recomienda interiorizar sobre el punto medio en todas las cosas. Erigiendo la "áurea mediocrita," filosofía aristotélica,  como eslabón para mantener la mente y el cuerpo en tiempo presente, el hoy, el aquí y el ahora.


El Locus del Control por excelencia, la decisión de reivindicar el verbo hacer o dejar de hacer en tiempo presente, es la única herramienta que tenemos control.


El presente, es el verdadero espacio que existe, la línea temporal delineada para forjar las virtudes, para moldear el espíritu, para afrontar con sapiencia los desafíos y contratiempos. 


Según el investigador psicoanalítico, Brya Tracy, el control comienza en nuestros "pensamientos." Qué pienzas y  cómo pienzas, determinan nuestros "valores". Nuestros valores determinan nuestros "sentimientos". Si eres feliz o infeliz, si tienes confianza o desconfianza, si estás rodeado de personas que te aman y te valoran, o te rodeas con gentes despreciables, odiosas y de mala vibra.


Tus pensamientos es un magnetismo, revistelo de virtudes y positivismo.


Estos sentimientos, una vez almacenados determinan tus "acciones." Te conviertes en el promedio de las cinco personas con las que mantienes relaciones durante más tiempo en tu vida.


Las acciones determinan el deber ser, osea el  hacer que dicta tu interior, por consiguiente, la mejor manera de tener el control de tu vida, es dirigiendo objetivamente tus mensamientos, elaborando planes y  proyectos de vida, en lo espiritual, lo profesional, lo familiar,  lo económico y lo social,  que respondan a tus intereses intrínsecos, estando en armonía con tus principios,  estos deberán ser virtuosos.


Como broche final, reflexiono con la máxima del teólogo, filósofo, político del realismo estadounidense, Karl Paul Renhold Niebuhr. "Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para obrar en lo que sí puedo cambiar y sabiduría para entender la diferencia."