Cápsula de sabiduría para la felicidad: la filosofía, la ciencia y la vida me han enseñado que (PROFECÍA II: UN MUNDO MENOS DESIGUAL PARA LA PAZ (4)). José Tavárez.

Se atribuye a Karl Marx haber dicho: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Siguiendo este consejo, una vez que hemos evidenciado las principales causas de la desigualdad social, política y económica, pasamos a las propuestas sobre qué hacer para conjurar este mal, a fin de lograr mayor equidad en las relaciones entre humanos.


  • 1. Impulsar políticas inclusivas y de empoderamiento de los más vulnerables, tales como personas con discapacidad, grupos en pobreza extrema, mujeres, jóvenes, inmigrantes, etc.

  • 2. Influir para que las directrices emanadas de organismos internacionales relacionadas con derechos humanos, solidaridad y justicia social se cumplan, en lugar de ser letra muerta, como sucede a menudo. El catálogo de valores contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los tratados y convenios internacionales permitirían avanzar hacia un mundo más equilibrado.

  • 3. Crear normas y mecanismos que obliguen a las potencias coloniales a devolver a las regiones colonizadas la riqueza que les fue extraída en ese proceso. De igual modo, recuperar el patrimonio que algunos grupos e individuos han sacado de los países mediante actos de corrupción, tráfico y procedimientos ilícitos. Asimismo, lograr que grandes empresas e individuos ricos hagan aportes voluntarios o se les impongan gravámenes a sus beneficios.

  • 4. Con los recursos recuperados por estas vías se crearía un fondo para el desarrollo de los más pobres del planeta. La inversión prioritaria incluiría educación, salud, vivienda y saneamiento ambiental. 

  • 5. Fomentar la cooperación internacional y relaciones justas en el comercio, especialmente en lo concerniente al financiamiento para el desarrollo y la protección ambiental.

  • 6. Debemos convencernos de que un mundo tan desigual no prevalecerá, porque esta situación pone en riesgo la existencia misma del ser humano. De allí proceden las migraciones, la violencia social, el terrorismo y la delincuencia común; vienen también las enfermedades infectocontagiosas, la inseguridad ciudadana, analfabetismo y otros males.


Quienes se creen los dueños del mundo, deben saber que hay límites, como afirmó el papa Juan Pablo II en México (1979), y luego repitió en Haití al ver tanta miseria: “Sobre toda propiedad privada pesa una enorme hipoteca social”. Los bienes creados socialmente, deben servir a todos y a todas. 




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