La OTAN y los aliados aseguran no estar en guerra contra Rusia pero se han posicionado a favor de Ucrania con una donación masiva de armas y municiones que les exigirá potenciar la producción de su industria militar, mientras velan por que el conflicto no traspase sus fronteras.


“Ni la OTAN ni sus aliados son parte en la guerra. Lo que hacemos como aliados de la OTAN es proporcionar apoyo a Ucrania. Ucrania se está defendiendo, tenemos que entender que esto es una guerra de agresión”, zanjó el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, durante la reciente reunión de ministros de Defensa aliados.


Esta afirmación no convence a Rusia, que acusa a la organización transatlántica de “participar” en la guerra y causar una prolongación del conflicto iniciado por Moscú hace un año.


El esfuerzo sin precedentes que están llevando los aliados por proveer a Kiev del material militar que necesita para su defensa responde fundamentalmente a su convicción, por una parte, de que sin apoyo frente al rodillo ruso Ucrania “dejará de existir” como país soberano e independiente.


Por otra, de que una victoria del presidente ruso, Vladímir Putin, daría el mensaje a otros regímenes autoritarios -mirando de reojo a China- de que con la fuerza se pueden conseguir objetivos.


LA OTAN, EN ALERTA

“Las guerras son peligrosas (…) Pueden ocurrir incidentes y accidentes. Y esa es exactamente la razón por la que estamos tan atentos en la OTAN, para evitar cualquier escalada más allá de Ucrania”, razonaba hace unos días Stoltenberg.

La Alianza ha dejado claro que está dispuesta a defender “cada centímetro” de su territorio, mientras Rusia no ha dudado en recurrir a la retórica nuclear desde el inicio de la invasión.


Antes incluso de ese momento, en vista de las tropas que Moscú estaba acumulando junto a Ucrania, la OTAN ya decidió, en otoño de 2021, aumentar la presencia militar en su flanco este y en la región del mar Negro.


Tras el 24 de febrero, los aliados acordaron incrementar aún más esa presencia con capacidades aéreas, navales y terrestres a fin de vigilar y garantizar que no se produzca una escalada más allá de Ucrania, y también de gestionar los incidentes o accidentes que pueden suceder cuando se libra una guerra al otro lado de la frontera.


Stoltenberg ha reconocido que esas tropas de la OTAN en países como Polonia, Rumanía o Eslovaquia amparan que los aliados puedan prestar ayuda a Kiev para la autodefensa, un derecho consagrado en la Carta de las Naciones Unidas.


Ya desde 2014, con la adhesión de Crimea y Sebastopol por parte de Rusia y del avance de sus posiciones en el Donbas, la OTAN estableció varios fondos fiduciarios para mejorar la seguridad de Ucrania y programas de asesoramiento y formación de sus militares.


Fueron los cimientos del apoyo más amplio que vendría con la invasión en toda regla del país lanzada por Moscú el 24 de febrero y que, como han señalado algunos aliados, tiene como única línea roja el poner botas sobre el terreno.


REARME OCCIDENTAL

Así, mientras que la OTAN como organización ha dejado claro que no se involucra, los países que la integran han ido evolucionando su respaldo a Ucrania, superando la cautela inicial y proporcionando armamento cada vez más potente para la guerra.


Stoltenberg insistía recientemente en que la entrega de armas por Occidente a Ucrania no supone incrementar la tensión en el conflicto, algo que realiza Rusia sin tener ningún pretexto para ello.


Al principio, enumeraba, lo importante era proporcionar armas ligeras antitanque a Ucrania, pero a continuación vieron la necesidad de entregar artillería y, a medida que crecían los ataques rusos con drones y misiles contra objetivos civiles, defensa antiaérea que ya incluye los avanzados sistemas de misiles SAMP-T o Patriot.


La decisión de entregar tanques modernos ha sobrepasado una frontera que parecía infranqueable, y los aliados de Ucrania debaten ya la posibilidad de proporcionarle aviones de combate.


Este esfuerzo ha llevado a los países occidentales a plantearse una urgente reposición de sus arsenales, mermados por el continuo goteo de transferencias a Ucrania, y visto que deben mantener el ritmo de apoyo ante la ofensiva de Rusia que esperan esta primavera.


Escasea la munición, y varios países como Estados Unidos, Francia o Alemania han empezado a firmar contratos para acelerar su producción.


Especialmente los aliados europeos exploran maneras de impulsar su industria militar a la vez que se aseguran de que producirá lo que necesitan en el plazo adecuado, y para ello se plantean impulsar compras conjuntas, ya que las empresas armamentísticas necesitan certidumbre en los pedidos para estimular su rendimiento.


“Esto se ha convertido en una guerra de desgaste y, por tanto, es también una batalla logística”, en palabras de Stoltenberg. -elcaribe