Algunas cualidades que durante años fueron consideradas virtudes en el mundo laboral, hoy son vistas desde otra perspectiva. La búsqueda de la perfección constante, la intolerancia al error y exigir que las tareas siempre se hagan de una manera ideal puede convertirse en un problema a la hora de encarar proyectos laborales o dirigir un equipo de profesionales.


Detrás del perfeccionismo puede esconderse cierta inseguridad, falta de autoestima y miedo a las críticas de los otros, afirman los especialistas. En esa persecución de la forma ideal de hacer las tareas, se distinguen dos tipos que es necesario diferenciar, el perfeccionismo y el perfeccionismo paralizante.


Una persona perfeccionista en extremo puede agobiarse y ese agobio puede causar el efecto contrario y paralizar las decisiones laborales. Fruto de la ansiedad, puede provocar la postergación, o lo que es peor, procrastinar hasta que uno se “sienta preparado”.


Detenerse demasiado en detalles que pueden ser irrelevantes y que disminuyen la productividad profesional puede causar problemas con el equipo, haciéndolos perder tiempo y energía en pequeñas cosas no tan importantes.


Por otra parte. un líder de equipo extremadamente perfeccionista puede provocar mucha presión en su grupo. Si bien la exigencia es necesaria, hay que saber distinguir y encontrar el equilibrio. Por un lado el perfeccionismo, genera satisfacción en los empleados que se ven motivados por tal nivel de exigencia, pero en algunos casos, se convierte en innecesario si en realidad ya están haciendo un buen trabajo.


De ventaja a obstáculo laboral


La búsqueda de la perfección es un ideal que personas de todas las edades pueden tener como meta. Sin embargo, algunos expertos sostienen que en los últimos años es una característica cada vez más común entre los más jóvenes. Thomas Curran, psicólogo social de London School of Economics, llamó la atención sobre el impacto que está teniendo entre los estudiantes universitarios y ha alertado sobre el incremento de casos en los últimos años.


En el trabajo, las personas muy perfeccionistas “tienden a mirar cada detalle y, hasta cierto punto, eso está bien”, indicó la psicóloga española Rocío Núñez Rondón y agregó “pero pueden llegar a no ultimar nunca y a estar demasiadas horas trabajando, muchas más de las necesarias en realidad, con el consiguiente agotamiento”.


En la era pospandemia, los grandes ganadores son los líderes que establecen empatía con su equipo, que pueden establecer relaciones de confianza recíproca, que brindan apoyo a su gente y escuchan sus necesidades.


Esto no implica reducir los niveles de exigencia y excelencia, pero es necesario estar atentos a lograr un equilibrio. Uno de los principales desafíos de RRHH es enseñar a los jefes a ser verdaderos líderes de su gente, a coachear a su equipo para cumplir los objetivos en un ambiente de bienestar.


Un reciente estudio de la Universidad de Concordia, en Montreal, Canadá, demostró que la incapacidad para planificar nos hace sentir impotentes, lo que provoca estrés y confusión emocional. os datos muestran que los líderes con visión de futuro están menos ansiosos, y esto probablemente se debe a que los cambios inevitables en los planes los toman menos con la guardia baja.


Poder combinar el ideal de perfección, pero sin detenerse en detalles irrelevantes, es un fundamental para trabajar las metas a largo plazo, tanto en la carrera individual como para las tareas en equipo. Según el estudio canadiense, quienes piensan con visión de futuro están menos ansiosos y deprimidos.


Los que tienen un alto liderazgo con visión de futuro reportaron un 34% menos de ansiedad y un 35% menos de depresión que sus pares, y son más optimistas sobre el futuro, más productivos y tienen una mayor satisfacción con la vida.


Fuente: Infobae