Cuando comienza a gustarte, ves que sus palabras tocan tus partes mas sensibles, que cada acción inspira un sentimiento cada vez mas profundo, que hay hilos que concuerdan estrechándose mas y mas, aunándote a un pensamiento corto e irónicamente infinito donde solo existe esa persona. Es difícil describir tal sensación... 


Extraviamos palabras, ideamos sueños, nos elevamos a la última estela querie ndo identificar un destino incierto.


Enamorarse, en efecto secundario, es el comienzo de conocerse a sí mismo. A medida que vamos adentrándonos en aquella travesía, chocan las emociones de manera positiva, porque hay concordancia en lo que vemos y lo que somos, en lo que no somos pero queremos llegar a ser y en lo que no sabíamos, que pasa a ser parte de nuestro conocimiento.


En definitiva, el amor nos refleja, es nuestra naturaleza y así funciona todo. Mientras te enamoras más, descubres, experimentas y creces más. Sin embargo, al compás del tiempo aprendes a confiar menos y a crear menos ilusiones.


Lamentablemente, no somos una simple mitad. Venimos al mundo creyendo necesitarlo todo, sin saber que somos ese todo, ignorando lo que tenemos para dar, pero esperando recibir. Vivimos para ofrecer lo que somos y así compartir lo que ya somos. Quedarse con la mitad sería conformarnos con algo que ya tenemos.

Para leer más artículos de Cristal Pérez, da clic aquí