Toda acción por ínfima que sea trasciende, en primer lugar, de una reacción mental asociada a diversos estímulos externos que discretamente condicionan nuestra forma de pensar y nos insta a encasillarnos en nuestra propia libertad. 


La libertad misma nos ofrece opciones y estas se manifiestan de acuerdo a esos incentivos externos que, en mayor o menor proporción, nos empujan a actuar de una manera determinada ¿Qué tiene que ver todo esto con los emoticones personalizados de en las redes sociales? Las personas tienden especificar sus gustos en todo lo que hacen y el mundo se ha empeñado en brindar la comodidad suficiente para la obtención de tales gustos. La distinción que se muestra en estos emoticones, quizá con una intención inocente, es lo que diariamente vivimos e ignoramos. Al escoger un emoticón blanco y no uno negro, o viceversa, establecemos nuestra etnia, algo que no está mal, pero que a su vez cumple una función contraproducente, ya que aprendemos a identificarnos y a aislar lo que no nos iguala.


Sé que muchas personas al escoger un emoticón y ver las tonalidades de piel de este, no supieron qué escoger, pero al final se decidieron por el que tiene su propio color de piel y algunos se fueron directamente al color de piel que los representa.


La sociedad nos hace creer que somos únicos través de esta y muchas más situaciones. Debemos tomar en cuenta que sí, somos seres únicos, irrepetibles, con un color de piel definido y personalidad variada. Sin embargo, la solución al racismo no está en definir el grupo étnico al que pertenece cada individuo, para implantar un escaparate de paz donde esté cada quién donde va, sino, en la aceptación misma de las diferencias que existen hasta en nuestra propia raza.


Para leer más artículos de Cristal Pérez, da clic aquí