Por Sixto Vladimir Marrero

Hoy, 25 de enero, quise adelantarme y escribir sobre la conmemoración del natalicio del ilustre Juan Pablo Duarte y su legado para el pueblo dominicano. Sin embargo, este legado solo vive como el recuerdo de un día festivo, ya que en cuanto a valores, yace en la tumba junto al heroico padre de la patria.


Observo cómo año tras año muchas casas adornan sus frentes con la bandera dominicana, lo cual me lleva a pensar: "Hay muchos hombres y mujeres orgullosos de su nacionalidad". Sintonizo la televisión y veo una marcha organizada por nuestras autoridades, donde se recitan frases del ilustre padre de la patria. Los centros educativos también realizan conmemoraciones e involucran a sus estudiantes en un intento por transmitir valores y amor a la patria. Sin embargo, al analizarlo, estas actividades parecen ser solo un disfraz que oculta la realidad en la que vivimos. No veo los valores de aquellos hombres que murieron por una patria libre e independiente, libre de potencias extranjeras, libre de delincuencia, libre de hombres corruptos vestidos de saco y corbata. Estos hombres engañan al pueblo con palabras bonitas, mientras sus acciones ensucian mi patria, aquella por la cual Duarte dio su vida. Es desesperante presenciar cómo estos individuos se paran en el altar del ilustre para rendir un honor falso. El Patricio debe estar revolcándose en su tumba al ver cómo sus sueños, logros y su país se han convertido en una cueva de bandidos y ladrones que han pisoteado los valores dominicanos. A pesar de todo esto, me pregunto:


  • ¿Acaso no corre una gota de sangre de los grandes luchadores de la patria por las venas del pueblo dominicano?

  • ¿Será que no nos duele la patria de la que nos sentimos tan orgullosos, o hemos vendido nuestros valores por centavos?

Ser dominicano implica tener la frente en alto, llevar a cabo acciones en beneficio de la patria y llorar por el sufrimiento del pueblo, pero también alzar la voz y no callar. Ser dominicano es proclamar y luchar por la justicia.


Ser dominicano no se limita a un día, no es una fiesta, ni una moda. Es sentirse orgulloso de compartir la sangre de Duarte, Sánchez, Mella y todos aquellos hombres y mujeres que lucharon por una patria libre e independiente. Nuestra nación. Por eso, digo con orgullo: ¡Soy dominicano!

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